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La cara oculta de la trata de personas en el ‘Bronx’

Escrito por  el 
6 febrero, 2016
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bronx

Foto: Archivo particular

Como muchas niñas de 14 años, Catalina* pasaba por una época de rebeldía que se exacerbó por la situación de separación de sus padres. «Peleaba todo el tiempo conmigo y me decía que se quería ir con el papá», contó Gladys*, una joven madre de 33 años.

A la par, la adolescente, que vivía en Bosa, fue cambiada de colegio en el 2015. «Ahí comenzó todo. En ese plantel los ‘pelaos’ son terribles, fuman marihuana, venden drogas, se agreden. Allá mi hija fue invitada por primera vez a la ‘L’ del ‘Bronx’, junto con sus compañeras. Mucho después me enteré de que ese es un plan normal de los jóvenes en Bogotá».

Catalina comenzó a ausentarse de su casa, a perderse por días, a llegar sucia, hasta que su última desaparición, en el barrio Britalia, cuando vivía con su padre, duró 15 días. La joven era una víctima más de trata de personas en Bogotá, un término en el que se piensa solo cuando se habla de delitos transnacionales, pero que define el hecho de que alguien sea captado, retenido y víctima de abuso y explotación laboral y sexual.

La primera señal de alerta fueron unos mensajes que llegaron al muro de Facebook de la tía de la joven. «Nos decían que estaba en la ‘L’, que abusaban de ella, que estaba metiendo vicio, que la tenían sometida. Yo me quería morir. Nos dijeron que estaba en la casa verde del Nacional». El mismo lugar que varias víctimas reseñan como el sitio en donde captan mujeres.

La precaria situación de la familia no les permitió investigar quién escribió esos mensajes así que la siguieron buscando por sus propios medios. «Buscamos en el barrio a una persona que se la pasaba allá y le dimos 20.000 y la foto de mi hija para que nos ayudara». Así fue que supieron que a la joven sí la habían visto en el Bronx.

Gladys se atrevió a ir hasta el lugar. «Ese día les dimos de a 1.000 pesos a los campaneros y la foto de la niña. Luego nos llevaron a la casa verde. El Bronx es horrible, hay indigentes, basura, muchas discotecas en donde solo se ven jóvenes». Al final, como la familia iba con gente de la Sijín, que, sin embargo, se quedó afuera, les negaron la entrada y los sacaron del lugar. «Eso fue un tipo de gafas y tapabocas que estaba en la entrada, el mismo que le quitó las gafas a mi hermana que disque porque era una cámara». Hasta ahí llegó la búsqueda esa tarde. La Policía le decía a la familia que no podía hacer más, que trabajaban en 300 casos más de niños desaparecidos en la capital.

El día de la fiesta

Cuando Catalina desapareció, decidió tomar un TransMilenio y partir hacia el centro con una amiga. «Ella me contó que se habían encontrado en el portal de las Américas rumbo al centro, que era muy común ir de fiesta a un sitio al que le llaman Los Billares. Me dijo que si los ‘pelaos’ no se metían con nadie podían hacer lo que quisieran allá, así fueran menores de edad», contó Gladys. Esas farras son la forma de captar a jóvenes alcoholizados o drogados.

Fue ahí donde Catalina entró en contacto con un colaborador de un ‘sayayín’, como les dicen a los encargados de la seguridad del negocio del microtráfico en el lugar. «Ella me dijo que luego la había sacado a bailar un ‘sayayín’ y que eso había molestado a la pareja con la que andaba, que le dijo que iba a ser para problemas y que mejor se fueran».

Así fue como la niña resultó en una residencia del barrio Santa Fe, donde lo conocían como el ‘Paisa’.

«Fue allí en donde, según ella, el tipo comenzó a pegarle y le dijo que si no tenía relaciones con él iba a llevar a más tipos para que hicieran lo que quisieran», contó Gladys. Al otro día, el mismo sujeto le dijo que no se podía ir porque ahora ella era de su propiedad. En toda esta historia hay un hueco que la joven no ha querido revelar, y fue la forma como logró zafarse de aquella situación. «Yo le creo todo lo que le pasó, pero aún tenemos muchas incógnitas».

La joven fue hallada en el segundo piso de una casa del barrio Britalia, con signos de haber consumido droga. «Estaba sucia, tirada en un sitio horrible».

Catalina se recupera en una fundación en algún lugar del país en donde se tratan más niñas, muchas de las cuales también han vivido historias de horror en el ‘Bronx’. «La fiscal que atendió nuestro caso nos dijo que no podíamos denunciar porque mi hija era mayor de 14 años, que ella estaba drogada y había accedido a todo», contó Gladys.

Más casos

El de Catalina no es el único. La Corporación Anne Frank, que lucha contra el delito de trata de personas, ya había documentado otro caso, el de Ana*, ocurrido en el 2014.

Ella era una niña víctima del desplazamiento forzado cuya madre había tenido que dejarla bajo el cuidado de una mujer, quien, se supone, la iba a poner a trabajar. La menor terminó vendida a una red que opera en el ‘Bronx’, en marzo de 2014, como parte de pago de una deuda de microtráfico.

«Su madre se enteró porque la mujer se enfermó y en su lecho de muerte le contó el paradero de su hija», contó Claudia Quintero, directora de la corporación Ane Frank en Colombia.

Gracias a la búsqueda desesperada de su madre, la joven, que recién cumplía los 18 años, fue recuperada tras el pago de una extorsión. «Ella fue drogada, inyectada, convertida en adicta, explotada sexualmente y obligada a cometer delitos», contó Quintero.

Luego de que las jóvenes pasan por las manos de los ‘sayayines’ son explotadas de todas las formas. «A Anita la pusieron de taquillera, ella podía recibir hasta 80 millones de pesos diarios de ganancias, producto de la venta de drogas, dinero que iba a parar a manos de los ‘sayayines’ «, relató Quintero.

Hoy, Anita intenta liberarse de esa experiencia y recuperar su vida, solo lamenta la cantidad de niñas que vio destruirse en el mismo lugar donde fue captada y torturada.

Muchas víctimas hablan de la tranquilidad con la que niños y jóvenes transitan por la ‘L’ del Bronx, de los túneles y las vías subterráneas en donde esconden mercancías y hasta personas, de la existencia de ‘casas de pique’ en donde las bandas desaparecen a quienes tengan deudas pendientes con el negocio.

«Mi hija me dijo que la niñas con las que se recupera le habían contado que esos lugares existían en la ‘L’. Yo no sé cómo no intervienen ese antro. También me cuenta que muchas peladas que están con ella y que han sido recuperadas del ‘Bronx’, o de San Bernardo, tienen sida u otras enfermedades. Las mamás me han contado que las encontraron tiradas, con llagas en el cuerpo. Una me contó que a su hija la habían encontrado encerrada y amarrada», contó Gladys.

Como si fuera poco a muchas víctimas de trata las revictimizan cuando intentan poner la denuncia.

Gladys cuenta que a su hija nunca le hicieron exámenes en Medicina Legal, nunca la vio un sicólogo forense que definiera si la joven había sido o no abusada y que nunca recibió un buen trato del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

«Allá todos los trámites fueron demorados, la defensora nos miraba mal, nos decía que si mi hija estaba allá no era cualquier mosca muerta», contó la madre de Catalina. Las dos jóvenes de esta historia han encontrado una nueva oportunidad, pero no pasó lo mismo con otras víctimas de trata de personas en Bogotá.

Según Quintero, el 17 de septiembre de 2014 recibieron el reporte de una joven, retenida en el ‘Bronx’, que se había suicidado en una casa refugio de una fundación sin ánimo de lucro. «Ella no pudo soportar los recuerdos de los vejámenes a los que fue sometida por los llamados ‘sayayines'».

Este territorio es casi vedado por la policía, de hecho, este año fue noticia el secuestro de dos agentes del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía, quienes fueron secuestrados y torturados por integrantes de una red de expendedores de droga en mayo de este año. Así lo denunció el director del CTI en ese momento, Julián Quintana, quien señaló que los dos investigadores fueron retenidos por siete hombres que los golpearon, los sometieron a la ruleta rusa con un revólver y los amenazaron con quitarles los dedos con un machete.

Mientras la Fuerza pública sea vedada en el sector, niños y jóvenes seguirán siendo víctimas de este delito en esa y otras zonas de Bogotá, explicó Quintero.

Solo hay una fiscal del delito

Diez años después de que en Colombia rigiera la Ley 985, contra la trata de personas, Bogotá, a duras penas, al terminar el 2015, consolidó el Comité Distrital para la Lucha contra la Trata de Personas, una petición de años atrás de fundaciones y organizaciones que luchan contra el delito, para formular políticas públicas de prevención, protección, denuncia y judicialización de este. El Distrito reportó solo siete casos de presuntas víctimas en el 2015.

En su momento, la entonces secretaria de Gobierno, Gloria Flórez, señaló que se habían fortalecido las rutas de atención, pero alertó sobre la gravedad de la falta de un grupo especializado de investigación y judicialización. «Una sola fiscal no es suficiente para enfrentar este accionar delictivo», manifestó. Y agregó que se habían identificado 18 casos de explotación sexual, cinco de matrimonio servil, cuatro en servicios forzados y otros de prostitución, mendicidad ajena y extracción de órganos.

«Conocimos ocho casos de mujeres menores de edad relacionados con las dinámicas de la zona del ‘Bronx’, dentro de la modalidad de prostitución forzada», sostuvo Yolanda Villavicencio, entonces coordinadora del programa contra la trata de personas.

Para Claudia Quintero, las medidas han sido insuficientes. «No hay refugios para las víctimas, no hay control en terminales de transporte aéreo y terrestre, no hay presupuesto establecido, no hay un protocolo especial de atención en los hospitales».

Según Bienestar Familiar, el sistema de información registra 702 procesos en el país para restablecer los derechos de los niños y adolescentes que presuntamente han sido víctimas del delito de trata de personas, en la mayoría de los casos, con fines de explotación sexual.

‘El Distrito quedó en deuda frente al delito’

Claudia Quintero, directora en Colombia de la Corporación Anne Frank, habló sobre las deudas que la pasada administración le dejó a la lucha contra la trata de personas.

¿Qué hace la Corporación?

Somos una organización defensora de los derechos humanos que hace parte de la Sociedad Civil de la OEA y la Red Alto al Tráfico y Trata de Personas (RAT), que lucha en varios países para erradicar el delito.

¿Hay muchos casos de trata de personas en Bogotá?

Sí. A nivel interno, existe un fenómeno grave en el ‘Bronx’. Las víctimas están amenazadas.

¿Para qué captan jóvenes?

Para llevar droga, robar, para explotarlos laboral y sexualmente.

¿Cómo los captan?

Con engaños, coacción o fuerza. A los jóvenes les dan entrada libre al ‘Bronx’, donde pueden drogarse o alcoholizarse sin restricción, les ofrecen trabajar en prostitución y, luego, cuando ya están adentro, llega la tortura. Hay niñas explotadas en el negocio del sexo en Bogotá y Soacha, en la olla de Ciudadela Sucre, que pertenece al ‘Bronx’.

¿Ese comité que se creó en Bogotá para qué sirve?

Es la base de toda la política pública. Mientras que en Cali, Medellín, Cartagena ya funciona un comité, aquí no había quién le respondiera a la Nación con el tema. Yo siempre fui afín a Petro, pero debo decir que invirtieron 10.000 millones de pesos para perros callejeros, que no está mal, pero ¿en dónde está la plata para proyectos tan serios como la lucha contra la trata?

CAROL MALAVER
Redactora de EL TIEMPO
* Nombres cambiados. Escríbanos a carmal@eltiempo.com o @CarolMalaver

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