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Las ZIDRES y la pérdida de la autonomía campesina

Escrito por  el 
31 octubre, 2016
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zidres dibujo

La Ley 1776 de 2016, Ley ZIDRES (Zonas de interés de desarrollo rural, económico y social), impulsada por el gobierno nacional con el propósito de adaptar la legislación agraria colombiana a las recomendaciones internacionales de organizaciones como la FAO y el Banco Mundial, pretende readecuar la economía agraria campesina al mercado agroexportador vinculado a los múltiples tratados de libre comercio suscritos por Colombia.

Con esta ley se pueden adelantar proyectos no sólo de forma individual, sino a través de asociación entre grandes, medianos y pequeños productores. Siendo así las cosas, esta no puede ser leída e interpretada a espaldas de las realidades y lógicas económicas del campo colombiano sin tener en cuenta las repercusiones sobre las agriculturas familiares de quienes habitan territorios con potencial para ser declarados Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social.

En la ley no hay limitación entre la naturaleza jurídica de los predios donde se podrían adelantar los proyectos (baldíos y privados), es decir, los interesados no sólo obtendrían predios privados, sino que también se le es permitido solicitar la entrega de tierras baldías a través de contratos no translaticio de dominio, así como la formalización baldíos a campesinos que decidan asociarse a un proyecto productivo al interior de la ZIDRES. Esto va en contravía de los objetivos de la Ley 160 de 1994, ya que durante el tiempo que se desarrolle el proyecto al interior de las ZIDRES, dichas tierras serán excluidas para su adjudicación, dificultando la posibilidad de avanzar en la redistribución y restitución de la tierra, ya que la ley afirma que el límite de tierras autorizadas son las que el proyecto mismo necesite, esto abriéndole puertas a empresas que actualmente presentan irregularidades de acumulación indebida de baldíos para que puedan legalizar dicha actuaciones, toda vez que la Unidad Agrícola Familiar pierde vigencia y conlleva a la desnaturalización de las agriculturas familiares, su vocación alimentaria y la pérdida de autonomía campesina, puesto que su voz se verá desdibujada en la dinámica mercantil.

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