24 años exigiendo verdad, justicia y reparación integral – Mapiripán
Imagen tomada de: Documental Amarillo
Por Sebastián Gil – Documental Amarillo
Mapiripán (Los pliegues del agua)
No es el golpe invernal de árboles dolidos/ que tropiezan con la noche / o el rencor de las luciérnagas cuando naufragan por el aire / y llevan a media asta las alas húmedas de abandono. No es la fatiga del valle / tardío arrepentimiento de cuchillos jubilados. No es el hambre / o su llanto en el estómago. Asciende una fiebre imperturbable / en aguas solísimas. Es el río Guaviare / madre / su aguacero / estanque de cuerpos condenados / donde lavabas y herías la ropa contra las piedras de tus pechos.
Hellman Pardo.
El 15 de julio de 1997 al rayar el día, cerca de doscientos paramilitares llegaron a sembrar terror y muerte a los campesinos y habitantes del Municipio de Mapiripán – Meta.
La campaña asesina se perpetró entre el 15 y 20 de julio de 1997 en una expresión hostil del poderío paramilitar y la permisividad con que operó.
Esta, fue una de las acciones más despiadadas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá. Significó la entrada de Carlos Castaño al Guaviare y el sur del Meta, en su avanzada de muerte por el control territorial de zonas cocaleras y la posterior conformación de las Autodefensas Unidas de Colombia en alianza con paramilitares del Magdalena Medio y los Llanos Orientales.
En Mapiripán fueron asesinadas, torturadas, degolladas y desmembradas cuarenta y nueve personas entre campesinos y habitantes del municipio que fueron violentadas cruelmente durante cinco días sin que la fuerza pública se inmutara.
Los paramilitares que llegaron a Mapiripán tuvieron que pasar retenes instalados por la policía y el ejército nacional en el municipio de San José del Guaviare y en el Barrancón en el que se conoce estaba sitiado un grupo de militares estadounidenses, sin embargo, los integrantes de las AUC transitaron sin mayor preocupación por la zona camino a cometer su sanguinaria empresa.
La mayoría de estos hombres, que estaban agrupados en el frente Guaviare, fueron reunidos por Castaño con varias semanas de anticipación en los departamentos de Antioquia y Córdoba.
Huir.
Escucho el sonido de las puertas / Como gritan en el exilio / Río abajo / He visto los cimientos de una casa /que le crecieron los huesos.
Felipe López.
El 12 de julio, días antes de la masacre, arribaron a San José del Guaviare desde Apartadó y Necoclí aviones que transportaban paramilitares y material bélico usado para ejecutar la acción criminal en Mapiripán.
Las aeronaves partieron vacías desde Bogotá y Medellín, después recogieron a los paramilitares en la región del Urabá antioqueño y aterrizaron sin ningún inconveniente en San José del Guaviare, aún cuando en el aeropuerto había control de la Policía Antinarcóticos y el Batallón Joaquín París.
Al día siguiente, lanchas cargadas con los paramilitares armados partieron desde San José del Guaviare hasta el Barrancón, lugar en el que estaba sitiada la tropa de la Brigada Móvil 2 del ejército y el grupo de Fuerzas Especiales No. 7 del Ejército de los Estados Unidos, más conocidos como los “Boinas Verdes”, que estaban realizando labores de entrenamiento.
Desde su llegada a San José del Guaviare hasta que ocuparon Mapiripán, los paramilitares de la casa Castaño contaron con el apoyo logístico de las Autodefensas Campesinas de Meta y Vichada, conocidas como los ‘Carranceros’. Los paramilitares se desplazaron por el río Guaviare y por trocha hasta que arribaron a la cabecera municipal de Mapiripán el 15 de julio. A su paso, amenazaron, retuvieron y asesinaron personas.
Previo a su llegada a Mapiripán, en la inspección de Charras retuvieron a los pobladores en la plaza principal, repartieron propaganda que anunciaba la fundación del Frente Guaviare de las Autodefensas Unidas de Colombia. Lo mismo hicieron en Guanapalos, Caño Jabón y la inspección de La Cooperativa.
La presencia de los paramilitares ya era conocida, sin embargo, el Batallón Joaquín París encargado de garantizar la seguridad e integridad de las personas que habitaban la zona no hizo nada, no desarrolló ningún despliegue de vigilancia ni contención y estuvieron ausentes durante los siguientes cinco días cuando se ejecutó la sanguinaria masacre. Por ello, ninguna gota de sangre derramada en Mapiripán fue casualidad, pues está documentada la participación de varios oficiales del Ejército en la masacre.
Además, altos mandos de las fuerzas armadas como el general Jaime Humberto Uscátegui y el mayor Hernán Orozco fueron condenados por estos hechos. Estos últimos afirmaron ante la justicia colombiana que sectores del ejército estaban relacionados de manera íntima con el paramilitarismo.
Mapiripán.
Quieto el viento / el tiempo. / Mapiripán es ya / una fecha.
María Mercedes Carranza.
Una vez los paramilitares llegaron a Mapiripán, luego de desfilar con tranquilidad usando trajes de muerte, sacaron a los habitantes de sus casas, los intimidaron, requisaron y les hicieron poner en filas.
Estaban en búsqueda de supuestos colaboradores de la guerrilla, así, allanaron hogares y detuvieron a los habitantes. Torturaron con sevicia y asesinaron al menos a 45 personas en los cinco días que estuvieron allí, con total permisividad, imponiendo con violencia y crueldad la conocida doctrina de la muerte del paramilitarismo en Colombia. Sometieron a la población a degradaciones a la dignidad humana de todo tipo, acciones aberrantes como descuartizamientos y mutilaciones. El río Guaviare, fuente de vida, fue el lugar en el que terminaron flotando cuerpos degollados, mutilados y sin vida de los pobladores de la región.
Narraciones de víctimas, aseguran que en el matadero de reses del municipio se cometieron acciones barbáricas. Allí trasladaron a decenas de personas, las asesinaban y al día siguiente, sus cuerpos mutilados aparecían en el río; otras veces, sus cuerpos jamás volvieron a ser vistos.
La arremetida de los paramilitares contra la población civil duró cinco días. Los primeros, se concentraron en el casco urbano, irrumpiendo de manera violenta y dejando a su paso terror y muerte. Los siguientes tres días, los paramilitares se desplazaron a placer por la zona rural de Mapiripán, realizando las mismas prácticas asesinas. Al llegar la noche se devolvían al casco urbano en el que ordenaban confinamiento y corte de servicios.
El 20 de julio, el día que terminó la masacre, los pobladores al darse cuenta de que los paramilitares se habían retirado, empezaron un proceso de desplazamiento masivo de manera forzada huyendo pavorosos de la sentencia de muerte que significó esa irrupción del paramilitarismo.
Asistidos por la Cruz Roja Internacional, los habitantes se desplazaron por vía aérea y terrestre hacia Villavicencio y por vía fluvial hacia San José del Guaviare. La muerte en Mapiripán, rondaba en el casco urbano desocupado, el agua del río Guaviare como avenida roja arrastraba los restos de la tragedia y detrás del miedo se asoman las víctimas de Mapiripán. Hoy, 24 años después, exigen verdad, justicia y reparación.
“Dicen que nosotros no somos desplazados y que no hubo masacre porque no encontraron los cuerpos. Pues que los iban a encontrar si todos los echaron al río.”
Nelia Zonalo, Víctima de la masacre de Mapiripán.
Hoy, las víctimas de Mapiripán exigen que se conozca la verdad, que se esclarezcan los hechos y se reconozcan las responsabilidades para iniciar un proceso de restauración.
En Mapiripán fueron asesinados amigos, amigas, hijos e hijas, familiares y sueños; los proyectos de vida de toda la población que tuvo que abandonar el municipio, la esperanza del campesinado de la región. Las víctimas continúan exigiendo al Estado que se garanticen sus derechos, que se restituyan las tierras y se juzgue a las personas responsables de cometer este crimen contra la vida. Además, ven en la Jurisdicción Especial para la Paz un escenario esperanzador para conocer la verdad y seguir trabajando su tierra y construyendo su vida en paz.
Los niños y niñas que crecieron de Mapiripán, tuvieron que salir a crear nuevas infancias, juventudes y vidas lejos de sus territorios. Crecieron viendo a sus familiares morir, muchas veces en orfandad y despojados de condiciones de vida íntegras.
Después de 24 años, los habitantes de Mapiripán siguen trabajando en el esclarecimiento de la verdad, insistiendo en las medidas de justicia y reparación, que necesitan de voluntades y compromisos por parte del gobierno nacional y del sistema integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no Repetición para que les sea restaurada la dignidad que les fue arrebatada por el paramilitarismo hace décadas.